Número 53                                                        www.hermanos.org                                                       Mayo 2000

 

Encausamiento Criminal de Castro: ¿Cuando?

Por José J. Basulto

 

El caso de Elián González evidencia nuevamente el doble standard de la justicia en EEUU bajo la administración de Bill Clinton. Respaldado sin cuestionamiento alguno por su Fiscal General Janet Reno, este gobierno continúa invocando “the rule of law” (el cumplimiento de la ley) como el dogma o “mantra” necesario para justificar, a título de la ley, lo que sólo ha sido un proceder discrecional del cargo de la Fiscal General. La percepción pública de legalidad aparente toma mayor importancia en esta sociedad que la verdad o la justicia misma.

 

De igual forma, la Fiscal General de EEUU podía también, bajo el amparo de la ley y sin interferencia de Castro y Clinton, haber continuado en el curso inicial tomado por el Servicio de Inmigración en el mes de noviembre de enviar el caso del niño a una corte de familia en el Estado de la Florida. Esta decisión hubiera tenido amplia aceptación en nuestra comunidad, por tratarse del “día en corte” hasta ahora negado.

 

Somos nosotros, ahora amparados por “ the rule of law ”, quienes nuevamente reclamamos de la Fiscal General Janet Reno el proceso legal que nos corresponde como víctimas que fuimos del acto terrorista del 24 de febrero de 1996. En este infame día fueron ejecutados Armando Alejandre, hijo, Carlos Costa, Mario de la Peña y Pablo Morales, frente a centenares de testigos a bordo de un crucero de turistas, en aguas internacionales al norte de La Habana, y por órdenes directas de Fidel Castro. El crimen permanece impune y sin resolver por haber la Administración Clinton-Gore actuado ese día con previo conocimiento, consentimiento y cooperación con el crimen.

 

Conteste usted, Sra. Reno:

 

¿Es acaso quien dio la luz verde para el crimen quien impide ahora la justicia?

 

¿Hacen falta más de cuatro años para el encausamiento de un criminal confeso?

 

¿Habrá que esperar a que usted se retire de su cargo para entonces también incluirla como cómplice, entre los que encubrieron el crimen?

 

Nuevamente, pedimos a todos nuestros hermanos que se unan a nosotros en reclamar verdad y justicia para nuestros mártires del 24 de febrero. Ahora, cuando se hace nuevamente evidente el entendimiento entre Castro y Clinton por el trato dado a nuestro niño Elián González, se hace aun más necesario desenmascarar a los principales autores y cómplices del dolor de Cuba, para por este medio también salvar a Elián. Pide a través de otras organizaciones a que pertenezcas y de amigos en la comunidad norteamericana (los tenemos). Escribe a congresistas y senadores. Escribe a la prensa. Llama a los programas de radio (español e inglés).

 

Querido hermano, ayuda a formar conciencia denunciando la hipocresía legal de la Administración Clinton-Gore. Reclama justicia para nuestros mártires. Es tu derecho y es también tu deber.

 

 

 


Cayeron Las Máscaras

Por José J. Basulto

 


La reacción de un gran número de norteamericanos al caso de Elián González ha provocado, entre nosotros los cubanos, sorpresa, disgusto, preocupación y hasta una posible enfermiza interpretación de halago a nuestro éxito colectivo. Nos sorprendemos al percatarnos repentinamente del desconocimiento y desinterés general que existe en EEUU sobre nuestra situación como pueblo oprimido, que comenzaron o se acentuaron cuando al terminar la guerra fría se desvalorizó el dolor cubano.

 

El comunismo en Cuba perdió valor estratégico y propagandístico al desaparecer la Unión Soviética, sin cambiar en nada su naturaleza perversa hacia el pueblo cubano. Para el pueblo norteamericano el comunismo pasó de ser parte de una gran amenaza a una forma alterna de vida en un país exótico donde manda un caudillo caprichoso y nada más.

 

El desangramiento nacional en forma de éxodo suicida de miles de refugiados cubanos, una vez contenido, perdió importancia. Las autoridades norteamericanas procedieron a desacreditarlo, de lo cual gran parte de la prensa se hizo eco, reinterpretándolo como escapismo económico y convirtiéndolo también en argumento y reproche en contra de la comunidad cubano-americana, a la que acusan de propiciarlo.

 

Nos ha tocado vivir en EEUU bajo un presidente con una agenda privada, cada vez menos oculta, de acercamiento con Castro. Nos convertimos, como comunidad militante que lucha por el rescate de la Patria, en obstáculo para dicho acercamiento, incluyendo el levantamiento de sanciones.

 

La Administración Clinton-Gore le permitió a Castro derribar los aviones de Hermanos al Rescate (HAR). El plan sufre un fracaso táctico al no derribar Castro las tres avionetas, quedando cuatro sobrevivientes verdaderos del avión que escapa el ataque. El “sobreviviente” y testigo que Cuba declara tener en los primeros momentos después del derribo tiene que ser relegado a un papel de desertor de menor importancia.

 

A Clinton no le queda otro remedio que pasar la ley “Helms Burton”, que aplica con carácter cosmético. Los HAR siguen volando y acusan por igual a todos los involucrados en el derribo. Cuba y la Administración Clinton-Gore mienten y encubren el crimen.

 

Castro y Clinton continúan buscando remover obstáculos para nuevamente propiciar la apertura de relaciones y se les presenta una nueva oportunidad, el caso del niño Elián González. Esta vez la empresa se torna más ambiciosa: el nuevo objetivo es el exilio cubano. Se nos percibe con demasiado poder; hay que destruir nuestro carácter e imagen. Se hace necesario para el eje Clinton-Castro desacreditar, vilipendiar y demonizar los 41 años de contribuciones positivas a EEUU por parte de nuestra comunidad.

 

El nuevo plan es sencillo. Se nos confronta con la disyuntiva moral de aceptar el desafío de tratar de salvar a un niño de las garras de Castro con valentía y limitadas posibilidades de éxito, conscientes de que encaramos una campaña de descrédito a nivel nacional. Esta campaña nos presenta ante EEUU y el mundo como una comunidad irracional que trata de separar a un niño de su padre por un interés estrictamente político, por motivos fundamentados en un odio visceral a un simple e inofensivo dictador de izquierda, por el que siente un profundo deseo de venganza.

 

Ante un gobierno cómplice de Castro en EEUU y una gran parte de la nación norteamericana malinformada, desinformada o desinteresada en unos casos y malintencionada en otros, nos vemos forzados a aceptar una pelea inevitable por motivo de principios, que nos sitúa en una posición desventajosa y vulnerable ante ambos poderosos enemigos, Castro y Clinton, con sólo la razón de nuestro lado.

 

¿Qué factores conspiran en contra nuestra? ¿Quiénes son los aliados de Castro y Clinton en EEUU? Primero, la ignorancia generalizada de la naturaleza de la dictadura de Castro y de la verdadera situación de nuestro pueblo. Segundo, nuestra propia inhabilidad de reconocer a tiempo el problema y actuar de manera concertada.

 

¿Quiénes son nuestros enemigos? Primero, los grandes intereses económicos que perciben o intentan percibir en Cuba grandes dividendos provenientes de una mano de obra esclava, totalmente controlada por el gobierno. Estos intereses tienen una influencia decisiva sobre la Administración Clinton-Gore. A esto se le unen la tradicional izquierda pro-castrista, las bajas pasiones humanas y el odio en sus muchas formas: el racismo altamente atrincherado y encubierto por la hipocresía, la xenofobia y la envidia de los mediocres. Para estos últimos, cualquier alianza es válida en esta nueva cruzada en contra del éxito de los cubanos.

 

 

A veces, también somos nosotros mismos nuestros peores enemigos, al no reconocer las necesidades ajenas. Nuestra frecuente falta de humildad y solidaridad humana hacia otros grupos de nuestra comunidad con verdaderas necesidades insatisfechas de justo carácter humano, social y legal. Sería bueno que reconociéramos, como punto de partida, que no somos ni el centro del mundo, ni el pueblo escogido por Dios para nuestra propia gloria, ni el metro por el cual se mide todo lo demás. Tenemos que sensibilizarnos con los problemas de otros, para que éstos piensen también en nosotros. Estamos a tiempo para rectificar; éste no es el final de nuestra joven comunidad.

 

Este nuevo despertar nuestro a la realidad política y social que nos rodea debe ser interpretado por nosotros como una nueva oportunidad en el proceso de nuestro crecimiento, nunca como una derrota, y ajeno al destino final de Elián, que estará siempre en manos de Dios. Creo que por primera vez hemos visto a todos nuestros enemigos, así también como a amigos que anteriormente desconocíamos. Ahora sabemos con quien podemos contar y quienes nos pueden ayudar para seguir construyendo. Pongamos a un lado a quienes siempre serán obstáculos. El resultado del caso Elián para nuestra comunidad será definitivamente positivo; el tiempo así lo dirá.

 

A quienes se preocupan por nuestra imagen, sólo puedo decir que ésta no debe ser ni más ni menos que el reflejo de nuestra propia esencia como comunidad y como nación, con características muy propias de las que en gran parte nos sentimos satisfechos. Lo demás son percepciones a veces creadas artificialmente, como en el presente. Las percepciones, como imágenes que son, están sujetas al flujo y al cambio de las mismas con el pasar del tiempo. Son también remedio a corto plazo cuando en ellas invertimos mucho tiempo o dinero. El maquillaje por lo general no sobrevive.

 

En la medida que nos es posible, y sin usar recursos que deben ser empleados más directamente en nuestro objetivo principal, el apoyar y propulsar la transición a una democracia perdurable en una Cuba cubana, tratemos de hacer un esfuerzo consciente de ganarnos la simpatía de personas no cubanas de buena fe que están malinformadas, desinformadas o desinteresadas.

 

Lo trascendental radica en nuestra esencia interna, en lo que en realidad somos. Eso si perdura. En eso si podemos continuar trabajando y capitalizar nuestro valor como seres humanos, como comunidad. Hacemos un llamamiento a la reflexión y a la comunicación honesta con la comunidad y la nación en que vivimos. Continuemos siendo consecuentes con nuestros valores de respeto a la verdad, a la ley, al trabajo y a los demás miembros de otras comunidades, valores que nos han dado los éxitos de todos estos años de lucha en el exilio y que constituyen el mejor testimonio de lo que realmente somos.

 

 

El Pequeño Elián

Por José J. Basulto

 

En mis reflexiones sobre la violenta partida de Elián, está nuestro dolor por esta víctima inocente, cautivo de la Administración Clinton-Gore y de la dictadura de Fidel Castro, a través de su propio padre, por el que estoy seguro siente amor. No olvidaré, entre mis últimas visitas a Elián, el día que le llevé de regalo una copia del libro “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, para que, si llegaba la ocasión del temido encuentro con su progenitor, lo pudieran leer juntos.

 

No anticipé la crueldad usada para llevarse al niño, aunque tampoco me sorprendió. La Administración, sintiéndose en desventaja tras el fallo de abril de la corte federal de apelaciones de Atlanta y la posibilidad inminente de un encuentro negociado de ambas partes de la familia, decidió usar la táctica del terror para, entre otras cosas, comenzar a romper el espíritu y la voluntad del niño y doblegarlo psicológicamente. Pensé que quizá podría llevar el librillo consigo junto a todas las pertenencias que le forzaron a dejar. Firmé la dedicatoria con mi primer nombre solamente, para evitar convertir la breve y vieja historia en un nuevo instrumento contrarevolucionario. Con un poquito más tiempo, yo mismo se lo hubiera leído a Elián y hubiéramos disfrutado juntos del cuento, al sumarse sus preguntas a las del Pequeño Príncipe, que también hacía muchas.

 

Para quienes no conocen esta historia, confieso que la leí a principios del pasado mes durante un vuelo en el cual iba yo de pasajero. El pequeño libro me lo envió hace ya algún tiempo un miembro de HAR, Miguel R. Mutona, a quien le agradezco el regalo. Había pospuesto su lectura para un momento apropiado; escogí el mejor. Sospechaba ya de su profundidad y su título respondía también al momento como lectura necesaria.

 

Reza el cuento de un piloto solitario, que no había tenido en su vida a nadie con quien realmente había podido hablar. Forzado a aterrizar y permanecer de forma indefinida en un vasto desierto, se encuentra con un pequeño príncipe proveniente de un pequeño y lejano (sigue)


planeta. La trama se desarrolla entre el pequeño, valiente, inteligente, independiente, tenaz, bondadoso e inquisitivo príncipe, llegado a la tierra en busca de una solución para el problema más importante de su planeta, y el piloto en busca de resolver el problema mecánico de su avión para sobrevivir. Al final de la historia aparece un tercer personaje, una serpiente (no podía faltar) que nos conduce al desenlace de la historia, que no puedo contar por estar el mismo sólo en el corazón de cada lector.

 

La historia refleja la necesidad del hombre en la busca de la verdad y el propósito en nuestras vidas para hacer posible su noble realización, así también como el costo del proceso. Con la profunda simpleza y sabiduría de un niño, aún desprovisto de prejuicios, vicios, falsos valores y ataduras materialistas, nos lleva a un secreto muy simple, a la esencia de lo que es verdaderamente “importante”. Nos ayuda a sobrellevar aquello que es difícil cambiar. Provee esperanza y ayuda a mantener el vínculo espiritual en una separación forzada por circunstancias ajenas a nuestro control. Es buena lectura para un momento de necesaria reflexión como el actual. La recomiendo para niños de la edad de Elián, así como de la mía, en busca y reafirmación de identidad, tanto propia como colectiva.

 

Al momento de la separación corpórea, nuestro Principito le dice al piloto: “Voy a lucir como si sufriera. Voy a lucir un poco como si me estuviera muriendo… No vengas a presenciar eso. No vale la pena…No debiste haber venido. Vas a sufrir. Va a parecer como si estuviera muerto; y eso no será verdad…”

 

 

 
HOMBRE DE FE

 

Hay un modo de servir mejor -y como más dulce para quien ha de ser servido- que ofrecer el tesoro de la bolsa o de la inteligencia, el calor de las palabras o el ejemplo, la fuerza de los brazos o del carácter, y hasta el pecho del amor o de la bella que lo busca.

Hay, digo, un modo de servir, de dar, de hacer, más hondo y más fundamental, más difícil y más generoso, que más que en ningún otro hombre del Continente, se da en José Martí: y este modo de servir es creer. Creer, que es todavía más que amar.

El amor pudo moverlo a servir a la Patria. Y como a otros, la justicia de su causa, la conciencia del deber y aun la rebeldía de la sangre joven. Pero a servirla sin cansarse, sin ceder un instante al desaliento, y contagiando a los demás aquel fervor irresistible, a servir como él servía, sólo mueve la fe.

Cuando Martí servía a Cuba, creía en ella, estaba seguro de su destino y de su puesto en el mundo.

Y ante esta certidumbre, jamás juzgó perdido un solo paso suyo, inútil una jornada, incapaz un solo hilo de tejer la gran red: Jamás le dolió el esfuerzo sin recompensa aparente, el sacrificio desprovisto de fin inmediato, la palabra que se dice con sangre y parece que nadie oye...

Martí jamás se queja, jamás vacila, jamás retrocede.

No sabemos los ríos de amargura que se volcaron sobre él porque su miel está intacta. Ignoramos qué frío le puso alguna vez los labios blancos porque todo él es como una ola tibia que tibia llega todavía hasta nosotros. No nos queda memoria de sus noches de insomnio si las tuvo, de sus días de soledad que fueron muchos, porque él solo habló y escribió de amor y de esperanza. No sabemos de él nada que no sea fecundo, pleno, firme, jubiloso.

Él es quien ve nacer los pinos nuevos tras la tormenta reciente, por bajo de los pinos caídos, cuando casi no han asomado aún sus verdes puntas a flor de tierra. Él, quien descubre la cosecha de perlas que da el mar arado por un rejón de fuego.

Y es que solamente creyendo se empuja a veces la verdad reacia. Solamente creyendo le traspasamos nuestra sangre, le damos cuerpo vivo más allá de nuestro cuerpo y nuestra sangre..

Y si ya la verdad hubiera muerto, creyendo aún en ella, le traspasamos nuestra angustia, nuestro grito, para que se levante y ande.

Dulce María Loynaz