Posted on Thu, Jun. 06, 2002 story:PUB_DESC
Vienen los americanos

 
L a Habana -- El gobierno más antimperialista del mundo, que le niega legitimidad a la independencia de Cuba en 1902 por la presencia de la Enmienda Platt, esperó el centenario de la República en vilo, por la visita al país de Jimmy Carter y en guardia por el discurso del presidente George Bush.

Es decir, que mientras señala con el dedo a los fundadores, por permitir aquella cláusula que comprometía la plena soberanía nacional, ha conducido a esta nación a un escenario en el que las posiciones norteamericanas marcan el paso de la política doméstica.

Han pasado los días y las semanas y en toda Cuba sigue el comentario sobre el discurso de Carter en la Universidad de La Habana, la sencillez con que deshizo el argumento del bloqueo, la propuesta de diálogo y la convocatoria a que se publique en el Granma y se debata el Proyecto Varela.

La estancia del ex presidente de Estados Unidos en Cuba se compara permanentemente con el viaje del Papa en 1998, aunque muchos aseguran que el mensaje del demócrata de Atlanta fue más directo al pulmón del totalitarismo y creó una atmósfera de más inquietud en la población. La música, además, de la democracia y la libertad, la serenidad y la energía de su exposición, convirtieron al señor Carter en una figura de referencia para la actualidad política nacional, muy por encima de la antigualla verbal que defiende un modelo que ya es en todo el mundo parte de una mala memoria.

Después, las alocuciones del presidente Bush en la Casa Blanca y en Miami se esperaron con las cuatrobocas desenfundadas al pie del malecón; sin embargo, en el interior de Cuba, en sectores mayoritarios, se recibieron sus palabras con simpatía y sosiego, porque dejaron puertas abiertas y dirigieron, con fuerza y sensatez, el fuego hacia donde la gente piensa que había que dirigirlo.

En estos primeros días del segundo siglo de la República también los puntos claves expuestos por el Presidente de Norteamérica ante el pueblo cubano del exilio están en los comentarios de esquina y en las conversaciones familiares, en un tono más bajo que el de Jimmy Carter, desde luego, porque el miedo no abandona sus plazas, pero en el mismo nivel de importancia.

Además, lo que dijo Carter uno puede volver a buscarlo en los periódicos y lo de Bush sólo está en la memoria y en grabaciones que se hicieron de la onda corta.

Los discursos del hombre de la Casa Blanca, de todas formas, desataron el fuego oficial, sólo que esta vez en medio de un obvio desconcierto, sin blanco fijo, hacia todas partes del cielo abierto, porque --permitidme esta metáfora de doble nueve-- nadie le dio encajillo para su imprescindible tángana de solar.

Hay otro tema hoy por hoy en el seno de la sociedad cubana; es el Proyecto Varela, popularizado precisamente por la presencia de Carter. Los cubanos quieren ahora leer el texto, saber cuáles son los pasos para firmarlo, conocer con exactitud qué propone y cuál es su alcance.

En el mundo oficial, quiero decir en la prensa del gobierno y en declaraciones de sus funcionarios, el tema está clausurado. Los promotores del proyecto reclaman su difusión en los medios locales, pero con la mirada puesta en el infinito.

El asunto está en la calle y en el campo, pero en esas zonas rurales se mueve también, como un informe forense, el anuncio del desmantelamiento de muchos centrales azucareros, que dejará en la calle a miles de trabajadores y sumirá en la nada la vida de los bateyes.

Ninguna de las victorias que promueven los productores de alegría capta el interés aquí. La atención está dirigida hacia un proyecto de la oposición pacífica, los elementos que agudizan la crisis económica, apagones incluidos, y lo peor para los ases del antiyanquismo y el azote de la General Motors: que en el centenario de la República que ellos afirman haber liberado realmente, la nación esté pendiente de las opiniones de dos políticos norteamericanos.

© El Nuevo Herald / CubaPress